Esta semana hemos sabido que Andreas ha fallecido. Fue uno de nuestros primeros estudiantes hace años. Era un hombre grande y un gran hombre. Siempre tenía una sonrisa para mis hijos, les contaba que venía de Suiza de las montañas donde vivía Heidi y por su aspecto parecía el abuelo de aquella niña inolvidable de la tv con sus pantalones de pana, chaleco y barba blanca.
Cuando lo conocimos era un médico jubilado que disfrutaba con su trabajo que era su vocación. Seguía trabajando como médico voluntario haciendo guardias y turnos para reforzar el servicio de salud de su comunidad.
Era un persona de una vasta cultura adquirida a lo largo de su vida. Conversamos mucho, nos hablaba de su juventud como médico en África cuando al ver un atardecer en la llanura castellana nos dijo que le recordaba al paisaje del Sahara, aprovechó ese momento para contarnos su azarosa boda en Sudán vestido con el chaqué del cónsul en Jartum porque no tenía ninguna otra ropa digna par la ocasión.
El motivo de su curso de español fue profundizar en el conocimiento de la poesía de Alfonsina Storni, una poesía que refleja la apasionada vida al límite de esta poetisa que vivió entre Argentina y Suiza, una poesía con imágenes difíciles que nos abrió la puerta a inolvidables debates sobre la vida, la pasión, la enfermedad y la muerte.
Andreas dormía poco y se levantaba temprano, muchos días cogía sus acuarelas y marchaba a caminar y pintar y luego teníamos que pedirle que nos enseñara sus láminas de paisajes y edificios. Su curiosidad era insaciable, todo le interesaba. Fuimos a visitar iglesias y bodegas, pueblos y museos, un encierro de vaquillas. Fuimos al circo en familia, la familia era algo que disfrutaba mucho, nos hablaba de su mujer y de sus hijos. En otra ocasión nos volvió a visitar con su hijo mientras recorrían España juntos. Fue un placer volver a verle y disfrutar de su conversación.
Andreas, no te olvidaremos.